Walter Benjamin, El narrador. Una mirada al texto en clave formativa y pedagógica

En el presente escrito pretendo desarrollar algunas consideraciones de carácter reflexivo en torno a la pedagogía y a la formación contemporánea. Para dicho propósito me propongo trabajar con base en el texto El narrador de Walter Benjamin; este texto fue publicado en París en el año de 1936. La metodología que propongo se divide en tres momentos: 1. Contextualización; 2. Breve aproximación al texto y; 3. Conclusiones entorno a la imagen formativa y pedagógica.

1. Contextualización

Walter Benjamin antes de publicar el texto El narrador (1936), había realizado dos viajes a Ibiza, el primero en el año de 1932 y el segundo en el año de 1933. En su primer viaje a Ibiza pasa una estadía de aproximadamente tres meses, de abril a julio de 1932, bajo la categoría de turista para dicha época. Sin embargo, presentaba dificultades económicas. Unos meses después, a principios de 1933 tras el ascenso de Hitler al poder. Es bien sabido que los judíos empezaron a ser el blanco del nacional socialismo (en alemán, Nationalsozialismus), motivo por el cual se ve obligado a exiliarse definitivamente de Alemania. Esta huida lo llevó, tras un breve paso por París, nuevamente a la isla de Ibiza, esta vez en calidad de refugiado. En esta ocasión paso casi seis meses soportando condiciones de vida aún más precarias que antes, y dedicado casi exclusivamente a la escritura. Tal vez fueron estos los motivos por los cuales Walter Benjamin se ocupó, como ya lo había hecho antes, pero ahora de una manera nueva y mucho más intensa de uno de los temas que más lo apasionaban, la narración.

En su estadía de 1933, Walter Benjamin logra coleccionar y agrupar una cantidad considerable de narraciones, al mismo tiempo qué, ejercía la narración. Pues este solía escribir y agolpar una tras otra, las historias que los habitantes de la isla de Ibiza le ofrecían. Ya es bien conocida la pasión de Walter Benjamin por el coleccionismo y también por la precisión maníaca del detalle.

Este contacto directo que tiene Walter Benjamin con las diversas narraciones ofrecidas por los isleños de Ibiza, le permitió delinear más claramente una teoría de la narración en la que ya venía trabajando desde tiempo atrás, y esto fue posible, principalmente, gracias al ejercicio concreto de la escritura narrativa.

Walter Benjamin al entrar en relación con la narración en su estado puro, pudo el mismo ejercer dicho arte imbuido o influenciado por una atmósfera arcaica. Porque para ese tiempo (1932) la isla de Ibiza se encontraba al margen de los movimientos del mundo, incluso de la civilización. La isla de Ibiza era un lugar distanciado de los afanes de la modernidad. En este espacio, pudo encontrar un ambiente de mar predominantemente arcaico: marineros, pescadores, campesinos, tejedores… Ambiente que será sumamente importante para encontrar las condiciones propicias para entretejer su teoría de la narración vinculada con la experiencia y la sabiduría. De estos dos viajes a Ibiza, nacen los arquetipos del narrador por excelencia dentro de su teoría: el marinero mercader y el campesino sedentario.

Observemos como describe este acontecimiento el filósofo Walter Benjamin en un extracto de la carta enviada desde Ibiza en mayo de 1933 a su amigo Gretel Karplus:

“Pero quizás todavía antes corresponda hablar de lo que he encontrado de nuevo sobre el arte de narrar, ese viejo tema mío del que no he dejado ni dejo jamás de ocuparme y del que estoy más cerca que nunca de abordar el intento de dejar que se articule una larga historia sólo interrumpida por ciertas ensoñaciones o cuestiones logísticas.” (Cartas de la época de Ibiza, Pre-Textos, 2008, p. 190)

De la anterior cita, se deducen por lo menos dos aspectos importantes: el primero, el viaje a la isla de Ibiza ha iniciado a Walter Benjamin en la verdadera esencia de la narración, especialmente, en la narración oral que enriquece a la experiencia; esta al comunicarse de una comunidad a otra deviene en sabiduría. Esto es clave en su relato ibicenco, El pañuelo (1932).

El segundo, Walter Benjamin muestra el método de estudio que lo acompañara por el resto de su vida, esto es, desarrollar y agotar los conceptos a lo largo de las diferentes épocas de su vida. Él nunca llega a abandonar el estudio conceptual del problema de la experiencia y otros conceptos sumamente importantes dentro de su teoría.

Por ejemplo, en su texto Experiencia y pobreza (1933), Walter Benjamin realiza un tratamiento acerca del problema de la perdida de la experiencia en los sujetos modernos. Teoría que aborda posteriormente en El narrador (1936) desde otros ángulos posibles. Por supuesto, no se trata de una evolución lineal y jerárquica, ya que cada época es determinante en la construcción teórica de su pensamiento. En cada uno de sus escritos puede vislumbrarse nuevos matices y perspectivas sumamente ricas en sí mismas, aunque a veces encontremos que algunos de sus conceptos principales dentro de un texto y otro entren en constante tensión, todo esto hace parte del desarrollo de su método dialéctico en la escritura.

2. Breve aproximación al texto

Walter Benjamin en la introducción de su texto El narrador, comienza diciendo: “Es cada vez más raro encontrar a alguien capaz de narrar algo con probidad”, con ello se refiere a la incapacidad que tienen los sujetos en la modernidad a la hora de relacionarse en comunidad para poder entretejer así sus historias. Esta condición de aislamiento del sujeto moderno se debe en parte a las nuevas lógicas de producción que irrumpen dentro de la sociedad. Ya que las personas no se relacionan con su entorno, sino que son sujetos aislados de todos los procesos comunitarios. Esto significa perder la capacidad que tiene la humanidad de establecer un diálogo mutuo y reciproco entre sí, y en últimas, representa la incapacidad de poder compartir las experiencias vividas en comunidad.

Situación que está en consonancia con lo que resalta Walter Benjamin a modo de pregunta: “¿No se notó acaso que la gente volvía enmudecida del campo de batalla? En lugar de retornar más ricos en experiencias comunicables, volvían empobrecidos.” Esto es, la experiencia de la guerra no puede narrarse, el trauma generado en el sujeto que sobrevive al campo de batalla suele dejarlo enmudecido y empobrecido, su capacidad de oralidad queda suspendida por el shock y el impacto producido por la guerra. Walter Benjamin está pensando en la materialidad del cuerpo que sufre en el centro de la contienda. En últimas, son seres que resultan destruidos y rotos por dentro. Quien regresa de una guerra no puede ser el mismo de antes, el horror padecido allí, lo destroza y lo silencia. En los sobrevivientes de la guerra, las palabras amor y amistad se asfixian por ser grandes calumnias.

De allí que la experiencia que se transmite de boca en boca y de la cual se han servido todos los narradores tradicionales entre en caída libre. La causa del declive del arte de la narración oral en la modernidad se debe principalmente a las dos cuestiones antes señaladas: la primera, la tiranía de la guerra que destroza al sujeto dejándolo enmudecido y pobre, y la segunda, el florecimiento de las nuevas tecnologías y técnicas que irrumpen en la sociedad moderna, y que terminan por cambiar profundamente las formas de relación entre los mismos sujetos. Walter Benjamin está pensando en la época del precapitalismo.

En el precapitalismo la narración oral empieza a desplomarse, se va haciendo cada vez más dificultoso encontrar figuras como el narrador tradicional y el artesano. En dicha época hay una creciente especialización en los saberes. La industrialización constante de la modernidad produce una ruptura en la facultad de intercambiar experiencias humanas entre los sujetos de una comunidad porque se les aísla del grupo y se les especializa en su trabajo rutinario. Esta imposibilidad de agruparse conlleva también a una suerte de decadencia cultural porque no hay posibilidad de seguir cultivando la sabiduría de los pueblos, al no encontrarse alguien que narre con probidad los problemas de la época y la sabiduría construida por las comunidades a lo largo de la historia, se termina despreciando la riqueza de las culturas anteriores. Por decirlo de alguna manera, se cae en un ahistoricismo exacerbado y peligroso para las sociedades posteriores. Se pierde de cierta forma, la sabiduría que encarna y transmite la narración oral.

Porque para Walter Benjamin la sabiduría del narrador, está relacionada con la solución de asuntos prácticos de la vida cotidiana, esto es, con los problemas que acaecen en la misma época histórica del narrador. Por ello, la narración en el sentido benjaminiano no es la simple transcripción de una vivencia anterior, sino que el narrador transforma el objeto cuando incrusta su propia experiencia allí, es decir, la narración al entrar en contacto con otra sociedad tiene la facultad de ser actualizada y enriquecida con la propia experiencia generada en los interlocutores. De allí que la narración tenga ese carácter inconcluso e inacabable, además de esto, la narración nunca aspira a ser una verdad totalizante, en los fragmentos de la vida práctica puede manifestarse la verdad.

Frente a esta situación Walter Benjamin siente una cierta nostalgia y añoranza por las tradiciones orales que están a punto de perderse en la modernidad, esto es, la sensación de una belleza crepuscular que está a punto de desvanecerse en el horizonte. Pues con la desaparición de la figura del narrador tradicional finaliza una lejanía que se presentaba como muy cercana. Esta es la representación de la perdida constante en la facultad de tener experiencias comunicativas que venían de lejos y estaba encarnada – según Walter Benjamin – por los arquetipos del marino mercader y el campesino sedentario.

La figura del marinero mercader es la del hombre que ha viajado largos trayectos en el mar y el cual ha tenido la posibilidad de recorrer diversos lugares del mundo. Este es el sujeto encargado de traer las noticias de la lejanía para narrarlas de un lugar a otro. Con respecto a esto Walter Benjamin señala que solamente quien ha tenido la oportunidad de aburrirse por largo rato puede “incubar el huevo de la experiencia”, o sea, que figuras como el marinero mercader quienes han pasado largo rato en la alta mar, pueden gozar del tiempo suficiente para el ocio y la creatividad. De esta manera, el marinero mercader al igual que las tejedoras de hilos puede entretejer las noticias y las narraciones escuchadas en la comunidad para posteriormente transmitirlas a otro grupo de personas, narración que se realiza desde la vivacidad que supone la propia experiencia y riqueza oral de quien cuenta las historias.

La segunda figura es la del campesino sedentario, este es el hombre honesto y trabajador, el cual conserva las tradiciones y permanece en su tierra de origen; en este sentido, es el hombre que conoce sabiamente las costumbres y los oficios de su comunidad.

Estas dos figuras se concatenan en el escritor ruso Nikolái Léskov (1831-1895), quien sirve de modelo a Walter Benjamin para desarrollar su concepto de narrador justo, es decir, el hombre que tiene puestos los pies en la tierra y es piadoso. A la vez que ha viajado y conoce de otras culturas. Por eso, el primer libro de Nikolái Léskov se titula ¿Por qué son caros los libros en Kiev? (Rusia) Esto muestra que Nikolái Léskov como representante de la novela inglesa y escritor ruso que era, no se encontraba aislado de los asuntos prácticos de la vida cotidiana de su época. Por decirlo de alguna manera, Nikolái Léskov no era un hombre solamente de libros, sino que era un hombre que estaba junto a su comunidad. ¡En Colombia los libros físicos también son bastante costosos! Quizás Nikolái Léskov está mostrando esto, porque “viajó mucho por Rusia, y esos viajes estimularon tanto su sagacidad en asuntos del mundo como el conocimiento del estado de cosas ruso.”

Además, Nikolái Léskov siente gran interés y simpatía por las comunidades campesinas, tiene cierto parentesco con León Tolstói (1828-1910) y tiene una orientación religiosa parecida a Fiódor Dostoievski (1821-1881). Este es un practicante ortodoxo de la religión griega interesado por la figura del hombre justo y piadoso. El campesino sedentario logra acumular el saber que viene de la boca del pueblo para narrarlo a sus sucesores, ese es, Nikolái Léskov. Aunque dentro del texto sea presentado de manera imprecisa como un narrador.

Por ello, Walter Benjamin dice con respecto al arquetipo del campesino sedentario: “el narrador es la figura en la que el justo se encuentra consigo mismo”. Y con respecto al arquetipo del marinero mercante señala: “Cuando alguien realiza un viaje, puede contar algo”. Ambos modelos son importantes porque configuran la idea de una vida aislada de los afanes de la modernidad. Una de las condiciones para poder ejercer la narración oral como se dijo antes – según la postura de Walter Benjamin – es la tener la posibilidad de aburrirse (en alemán, Langeweile/Largo-rato), es decir, el que pasa largo rato desvinculado del trabajo puede apreciar “un paisaje en que nada había quedado incambiado a excepción de las nubes”, ese hombre que puede observar el horizonte como el marinero mercante quien pasa largas horas a la deriva, puede ejercer el arte de la narración oral. De allí que nuestra contemporánea sociedad sea precaria en narración oral porque presenta incapacidad para detenerse, siempre está en busca de producir algo. Es la sociedad proclive al envejecimiento prematuro consecuencia del ritmo vertiginoso de la economía y de su producción (una sociedad que sufre de progreria, no por patología natural, sino por el exceso y la necesidad de producir constantemente). En nuestra contemporaneidad no existe un instante de relajación espiritual [Spleen] que le permita al sujeto divagar y tener momentos de verdadera creación humana como por ejemplo, el ejercicio de la narración oral.

Walter Benjamin es consciente de las nuevas formas de producción y técnicas que se están gestando en la modernidad derivadas del ritmo económico del precapitalismo, ya en sus ensayos sobre La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936), El autor como productor (1934) y Pequeña Historia de la Fotografía (1931), habla de un arte que está hecho para el consumo de las masas y no para la contemplación de una minoría privilegiada como sucedía en la época renacentista. Con la inserción de la tecnología y de la técnica en el mercado se posibilita el acercamiento de la obra de arte a las masas, el arte puede metamorfosearse al entrar en contacto con el público. Y esto es considerado por Walter Benjamin un progreso, pues la obra de arte al ser masificada y al tener la tendencia correcta puede desencadenar en las masas mediante la reflexión una actitud crítica. Pero esta reflexión no es propiamente el efecto del extrañamiento que produce la postura absorta ante el objeto, sino la capacidad que tiene el arte de provocar un revuelco en las percepciones sensoriales del sujeto y que lo conducen a la movilización tanto individual como colectiva. Es decir, probablemente exista un decaimiento del arte de la narración oral, pero también surgen otras posibilidades y técnicas de comunicación como la novela.

Pues bien, con respecto a esto Walter Benjamin en El narrador habla de la aparición del formato de la novela gracias a las emergentes tecnologías de impresión y de reproducción que se gestan para la época. Con la novela aparece el lector en solitario, aparece el hombre aislado de los vínculos comunitarios, a diferencia de la narración oral, la cual solo es posible en virtud de la presencia física de los demás. Además, “Lo que distingue a la novela de la narración, es su dependencia esencial del libro”. Por eso, Walter Benjamin señala que el novelista está falto de consejo, porque corta con la experiencia que viene de la boca del pueblo. Ya que el narrador encarna el consejo, es esencialmente la sabiduría entretejida de los materiales de la vida vivida de los pueblos. En la novela aparece la triste figura del lector aislado, de hecho, el escritor de novelas no tiene presente al lector, este no está gobernado por la idea de la presencia como si sucede con la narración oral. Pero no todo es negativo en la novela, pues Walter Benjamin habla de la novela de formación, la cual crea otro tipo de experiencia – un poco más adelante observamos de que se trata (en alemán, la Bildungsroman) (novela de educación” o “formación”) –

Con la aparición de la imprenta y la litografía, se hace cada vez más escasa la narración oral épica. Surge la novela escrita, la cual propone un inicio, un desenlace y un fin, en ocasiones, la trama de la novela se desenlaza en un espacio cerrado y lleno de ficción. En la novela aparece la figura del personaje heroico, el mártir que es aislado de todos los hombres y que adquiere la figura de un semidiós como sucede en la mitología griega (Edipo Rey de Sófocles, Prometeo encadenado de Esquilo…) Para Walter Benjamin, la novela genera un tipo de memoria eternizadora consagrada a un héroe, a una odisea o a un combate. Por el contrario, en la narración oral – dice Walter Benjamin – se gesta la memoria transitoria del narrador, la narración oral es épica porque en ella se entrelazan historias de diversos tiempos y espacios, a la vez que se extiende indefinidamente en el tiempo. Pues el que narra incrusta su propia experiencia en la historia y así puede hacerla presente y actual a la época. Por eso, Walter Benjamin señala, “el que narra es un hombre que tiene consejos para el que escucha”. Por supuesto, saber escuchar implica entrar en consonancia con lo narrado, sentirse estimulado por el testimonio de la narración, apropiarse de ella.

El lector de novelas agota el objeto al consumirlo completamente, la novela finaliza allí donde muere el personaje. Por eso, en la novela “la materia que nutre el ardiente interés del lector es materia seca”, son como leños secos dentro de la chimenea, se consumen con facilidad. Sin la muerte o el desamor de alguno de los personajes, la novela no tiene sentido para el lector. Por el contrario, en la narración oral no existe un final porque este integra, crea mecanismos diferentes, atmósferas sociables y lo importante radica en todo lo orgánico. La materia de la narración oral no se encuentra en estado inerte, porque se trata de la propia existencia del narrador y la de su comunidad, la cual se reúne para escuchar e interpretar las propias historias. En este punto Walter Benjamin piensa en el lector de novelas que de antemano sabe a que va a enfrentarse en el libro, es el sujeto individualizado que busca el <<sentido de la vida>> en la muerte de un personaje novelesco. El mismo lector en solitario, podría decirse, busca en la novela el <<sentido de la vida>> de la que él posiblemente carezca.

Sin embargo, con el novelista se inaugura otro tipo de experiencia, por ejemplo, con la novela de formación En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, se propone una experiencia diferente al del narrador, el novelista no transmite o carga con la experiencia anterior, sino que crea un tipo propio de experiencia personal. Por ello, a pesar de que Walter Benjamin indica que: “el novelista está en la sala de parto”, o sea, en solitario, también puede crear experiencias y formar. Y sabemos que Marcel Proust se forma a sí mismo en la escritura de su gran novela y obra, pues para la construcción de En busca del tiempo perdido, requirió volver a habitar los lugares de antes y dejar que ellos le narrarán historias y verdades olvidadas. Esta nueva forma de escribir de Marcel Proust lo condujo a encontrar la verdad en lo fragmentario de la experiencia vivida. Además, sabemos que Walter Benjamin fue uno de los traductores de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, este fue un gran conocedor de su obra.

Por ejemplo, Walter Benjamin en su texto Una imagen de Proust (1929), resalta la grandeza de su novelista, pues allí menciona la capacidad que tiene Marcel Proust como novelista para habitar los lugares y dejar que su cuerpo sienta y escriba las nuevas experiencias, es una suerte de “cofre de las experiencias”. También en su texto Dos iluminaciones sobre André Gide (1928), se considera la importancia de la novela de Marcel Proust como la “reciente conquista del espíritu: la psicología”, esto según las palabras que André Gide (fundador de la revista francesa NRF: La Nouvelle Revue Française) le confirió a Walter Benjamin en su entrevista.

André Gide fue el primer hombre en publicar la novela En busca del tiempo perdido de Marcel Proust en su editorial francesa Gallimard (en francés, À la recherche du temps perdu). Sin embargo, en la entrevista realizada por Walter Benjamin a André Gide, entre otras cosas, este último fue una gran influencia para los pensadores y escritores Albert Camus, Luis Cernuda y Jean-Paul Sartre. Este señalaba que en la novela de Marcel Proust hay una excesiva vanidad en sus personajes. Es la figura de la novela realizada bajo ciertos modelos que garantizaban la venta, lo que crítica profundamente André Gide.

Podríamos hablar de otros tipos de novelas de formación donde los personajes se realizan a sí mismos y transmiten otro tipo de experiencias diferentes a las de la narración oral, por ejemplo, El fausto de Goethe y Don Quijote de la Mancha de Cervantes, el cual Walter Benjamin dice de este último estar falto de experiencia y consejo, porque hace de su imaginación la experiencia. Por supuesto, Walter Benjamin habla del consejo que es producido por el carácter de la narración épica que al comunicarse de una comunidad a otra mediante la oralidad deviene en sabiduría.

Personalmente considero que Walter Benjamin está hablando de la capacidad que tiene la novela de formación para intervenir dejando a un lado la tradición, ya que el novelista moderno toma elementos del narrador, pero no ahonda en ellos. Esto queda bien expresado cuando Walter Benjamin dice:

“Cuando con el transcurso de los siglos, la novela comenzó a salirse del seno de la epopeya, se hizo patente que el elemento músico de lo épico en ella contenido, es decir, el recuerdo, se pone de manifiesto con una figura completamente diferente a la narración.”

El recuerdo es el corazón o la música de lo épico, de la cuál la narración se vale para entrelazar como una gran red articulada, las diversas historias escuchadas. Es la capacidad que tiene la narración de extenderse indefinidamente tanto como la riqueza propia de su narrador, es decir, una narración lleva a la otra. Por ello, la diosa Mnemosyne (rememoración) fue la gran musa de lo épico para los griegos. Hay que señalar que rememoración (en alemán, Eingendenken) significa (Ein: un ir hacia dentro) (Denken: caminar) un andar hacia dentro, o sea, un recordar la propia experiencia, y esto, es lo que posibilita mediante la introspección, que la narración aflore cargada con toda la sabiduría posible de su narrador. La novela por el contrario, carece de ese elemento épico contenido en ella al separarse de la epopeya.

Con gran belleza dice Walter Benjamin: “El narrador es el hombre que permite que las suaves llamas de su narración consuman por completo la mecha de su vida.” O sea, el narrador consume su historia, su propia vida, al narrarla. De allí que la rememoración sea el elemento épico del narrador, “Su talento es de poder narrar su vida y su dignidad; la totalidad de su vida.” El maestro también es el hombre que consume su vida en la enseñanza y en el aprendizaje comunitario.

En definitiva, en El narrador se menciona a la novela y al exceso de información dentro de la modernidad como una de las causantes de la decadencia del carácter épico de la narración oral. Pues la información es valiosa en el instante presente, pero por su condición fugaz y divulgativa, no alcanza a calar hondo en el sujeto perceptor. La información es caduca porque vive de la inmediatez; así, de esta manera, nos encontramos en plena época de la infoxificación y del agobiamiento que produce la industria del consumo masivo y voraz de los medios de información, problema que está relacionado con la imagen formativa en nuestra contemporaneidad – como lo veremos en el último apartado de este escrito, conclusiones en torno a la imagen formativa y pedagógica –

Finalmente como señala acertadamente el historiador argentino Ricardo Piglia en Respiración artificial: “la historia la escriben los vencedores, pero la narran los vencidos”, la diferencia entre historia y narración radica en que la historia es el discurso oficial que pretende ser univoco, solo quiere ser entendido de una manera, pero las narraciones son múltiples, se abren a muchas interpretaciones. De allí la importancia de narrar desde lo fragmentario y lo múltiple, porque solamente de esta manera puede construirse otra historia y verdad. La narración es el remedio que encuentran los escritores para poder dar cuenta de las historias que se daban por olvidadas.

3. Conclusiones entorno a la imagen formativa y pedagógica

En el texto El narrador de Walter Benjamin se pone de manifiesto como una de las preocupaciones centrales, la constante perdida que tienen los sujetos en la sociedad moderna a la hora de poder comunicarse entre sí y, por supuesto, con mayor razón sucede en nuestra contemporaneidad. La decadencia de la narración oral impide que las sociedades venideras puedan disfrutar de la tradición y de su riqueza. Al no encontrarse personas capaces de narrar los acontecimientos y los problemas de una generación a otra, se pierde a su vez, la sabiduría construida bajo la enseñanza de las experiencias pasadas.

De allí que en nuestra contemporaneidad, la educación se encuentre desasistida del consejo que proviene propiamente de la narración oral, porque esta se imparte de manera descontextualizada y desde una condición de aislamiento, producto de fuerzas históricas seculares que permitieron la decadencia del conocimiento comunitario. Por supuesto, las instituciones de educación y de enseñanza dentro de los claustros obedece a esta conquista de las estructuras de poder y de sometimiento.

Es importante señalar que no puede existir una libertad individual desligada de una emancipación comunitaria, porque solamente podemos ser nosotros en el otro. Esto es, la educación no debe aspirar a formar individuos aislados del conjunto, porque termina reproduciendo las mismas formas de poder y de segregación sobre los sujetos «no-educados» y más vulnerables. Porque si hablamos de pedagogía y de formación (en alemán, Bildung), no podemos contentarnos con la mera existencia de la universidad pública, si está sigue reproduciendo las ideologías y estructuras del poder y si además, sigue siendo el privilegio de una ínfima minoría. Walter Benjamin es consciente de la importancia de la educación en comunidad, no desvinculada de los procesos y de las problemáticas acuciantes de la época. Por ello, en el narrador se resalta la experiencia comunitaria sobre la experiencia individual. De la misma forma, se busca resaltar la idea de un hombre justo y comunitario encarnado por la figura de Nikolái Léskov, sobre la imagen del hombre moderno, especializado en su saber con su lectura del mundo en solitario y desasistido por el consejo.

Porque para nadie es un secreto que asistimos hoy a una época precaria en educación que prima la información de los medios de comunicación, sobre las riquezas de las experiencias colectivas. El maestro de nuestro tiempo se caracteriza por ser un sujeto particularizado e individualizado, cuyas enseñanzas no provienen de la experiencias vividas en comunidad, sino de su interpretación del mundo en solitario.

Pienso que Walter Benjamin estaría abrumado y desconcertado en esta época al ver la cantidad de información que se derrama en los medios de comunicación, la cual pretende distraer, entretener y asegurar la reproducción de los mismos prototipos de pensamientos vacíos y acríticos. Es fácil encontrarnos hoy con sujetos gobernados por la información funesta que transmiten las pantallas de televisión o las redes sociales, este tipo de acercamiento con la información masiva genera un tipo de educación que no es la más exquisita y refinada. Podríamos preguntarnos, ¿Cuánta cantidad de información engañosa puede recibir un sujeto al día? Pues bien cuando los medios informáticos están al servicio de unos interés particulares y políticos, no se puede esperar ningún tipo veracidad. Y esta manera de recibir información falsa, de manera encadenada, termina construyendo un tipo de subjetividad peligrosa en los individuos – caer en la Doxa de Parménides – Además, este tipo de información falaz tiene como objetivo maquillar y perder de vista los problemas verdaderamente importantes (alienación del hombre) y a los cuales hay que hacerles constante seguimiento y tomarlos de la raíz.

Para nadie tampoco es un secreto que en nuestro siglo una de las formas de dominar y vigilar a los sujetos contemporáneos es a través de los mismos sistemas informáticos, la constante polarización y el empobrecimiento, por no decir, el embrutecimiento desmesurado de los sujetos contemporáneos, se debe en parte a la desintegración comunitaria y a la infoxificación producto de los medios informáticos (consumismo) que produce una ruptura en el sujeto reflexivo, en nuestros tiempos se cambiaron las palabras por Emojis y las narraciones comunitarias por el encierro virtual que conllevan los dispositivos electrónicos. La sociedad de la información y de las mercancías, trata de convertir a los hombres en artefactos.

Estamos llamados entonces a volver al uso compartido de las palabras, a dejar que ellas permitan aflorar las experiencias y sentimientos comunitarios, a dejar que las palabras se derramen mucho mejor en el encuentro con el otro. En este sentido, buscar la idea del justo medio entre la tecnología y la técnica, de tal manera que se pueda disfrutar nuevamente de los espacios en sociedad, junto con la oralidad y la presencia del otro. La educación debe apuntar a esto, al encuentro de saberes comunitarios que busquen mejores formas del vivir humano.

Porque paradójicamente, la educación institucional que en primera instancia estaba pensada como un pilar esencial para la construcción de una sociedad más democrática, igualitaria y justa, termino por aislar y segregar aún más los lazos sociales, pues esta al estar gobernada por las ideologías del progreso que apuntan a la competencia voraz e insaciable del capitalismo, terminan por legitimar la estructura de los opresores y oprimidos.

Podemos decir sin temor a equivocarnos que Walter Benjamin como un pensador a contrapelo que era de las ideologías de progreso, resalta una formación comunitaria y que encierra la sabiduría en sí misma de las diversas experiencias entretejidas durante todos los tiempos. Por ello, con Walter Benjamin podemos repensar en una educación teorética y práctica, que tenga presente no solamente la solución e instrucción de problemas de carácter inmediato como sucede con la información, sino que se piense en los problemas estructurales o de raíz y que requieren de la intervención de los diversos grupos comunitarios.

En este sentido, la educación no puede quedarse en las esferas de la inmediatez como sucede con la instrucción de la información «sobre las novedades del orbe. A pesar de ello somos pobres en historias memorables.» Sino que debe liberarse de los ambientes academicistas y poder así, trascender en sociedad. Si el formato de la novela escrita es esencialmente para el lector en solitario, podemos hacer que este modo de producción se convierta en una experiencia comunitaria compartida, al crear grupos de lectura que sometan a reflexión y a crítica las ideas que yacen en el libro, todo esto teniendo como horizonte, la perspectiva histórica del pasado y del presente como condición de un nuevo porvenir.

Pedagógicamente hablando el maestro – según El narrador de Walter Benjamin – no puede estar separado de la comunidad, porque solamente allí puede entretejerse la sabiduría de los pueblos. Las enseñanzas del maestro deben tener raíz, experiencia y vida dentro de su propia sociedad. Por fuera de ella, no existe ningún tipo de formación.

Finalmente, uno de los mayores problemas de la formación contemporánea se gesta cuando se encuentra desvinculado la experiencia humana de los procesos de aprendizaje, pues solamente la persona se sentirá comprometida si encuentra resonancia en lo que emprende y si su horizonte deja huella en la comunidad que habita. Porque la educación no puede tener como objeto un fin prosaico y utilitario, sino que debe aspirar a un fin más noble. Así entendida, la formación debe conducirnos al convivir en una sociedad más justa y piadosa como se presenta en la imagen de Nikolái Léskov en El narrador, un pensador que está más con el pueblo que con los libros.

Publicado por leonardochoa

Estudiante de licenciatura en filosofía UDEA

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